Caitlin Moran
Traducción de Marta Salís
Editorial Anagrama, Barcelona, 2013, 354 páginas.
La autora, Caitlin Moran (Brighton, 1975) es una famosa y divertida comentarista de la televisión inglesa, con miles de seguidores en las redes sociales y cientos de miles de lectores de esta su segunda novela -o lo que sea-, How To Be a Woman (Londres, 2011), traducida recientemente al español y con los derechos de edición vendidos en más de una veintena de países. Ha sido además considerada por los lectores el libro del año en Inglaterra.
Las páginas del libro encarnan lo que ella llama “feminismo exaltado” y de tolerancia cero con la cultura patriarcal, a la vez que deconstruyen los modelos femeninos políticamente correctos. Un libro pues contra la feminidad perfecta y que se nos vende en estereotipos. Y también al margen del feminismo académico, ese feminismo aburrido y enfadado que ha llegado, según ella, a un punto muerto y al que, sin embargo lo quiere defender pero desde el desenfado. Por algo Caitlin Moran está siendo considerada en algunos círculos como la emperatriz de ese feminismo bautizado como vagina-lit, en base al test que la autora propone en la página 94. Exaltada y criticada hasta la exasperación: Martin Amis dice de ella que es más macho que los machos, pero con una gran aceptación por parte de los lectores.
El libro es, en efecto, una exposición y una defensa del feminismo de de los pequeños, cotidianos y hasta estúpidos problemas que las mujeres afrontan cada día a lo largo de su vida, desde el momento en que, casi siempre de improviso y sin que nadie les haya hablado de eso, llega la regla, o el punzante instante en que toman la decisión de abortar porque saben con certeza que no pueden tener otro bebé, por muy obscena que parezca esa imagen de la madre que se niega a dar vida. O el convencimiento de que hacerse la cirugía estética no es ni sensato ni acertado ni tampoco femenino. Las arrugas son en el fondo el arma de la mujer contra los idiotas.
Con un apabullante sentido crítico y un lenguaje frecuentemente desenfadado, desvergonzado, también divertido y sobre todo muy didáctico, perfectamente captado por la traductora Marta Salís, Caitlin Moran introduce al lector en su propia experiencia de hacerse mujer a partir de esos trece años con sobrepeso. La avalancha hormonal de la adolescencia; la torpe primera masturbación, que se convertirá en un hobby; la pornografía, que según ella no es intrínsecamente explotadora ni machista pues al fin y al cabo no es más que follar y practicar sexo no es un acto machista, aunque por su parte apuesta por una pornografía en la que pueda verse gente practicando sexo no mecánico, sino porque lo desea.
Y siguen muchos otros testimonios y reflexiones, extraídos como ya se ha dicho, de su propia experiencia, sobre su cuerpo; la novedad del vello púbico y la solución del problema robándole una cuchilla de afeitar a su padre; todas las eclosiones de la pubertad, la conciencia del feminismo después de haber leído La mujer eunuco de Germaine Greer, aunque sin saber muy bien de qué se trata; esa ropa especializada para la mujer (el equivalente femenino del traje de bombero y del casco, escribe con humor); su defensa del coqueteo femenino; la experiencia del enamoramiento y la importancia que se le da al hecho de que una mujer tenga pareja; su boda, la trampa de las bodas con sus absurdos y abultados gastos, responsabilidad de las mujeres y trampa en la que ella misma cayó. Sus experiencias con la maternidad, narradas en primera persona en los capítulos menos cómicos y de mayor peso de este libro: “Por qué hay que tener hijos”; “Por qué no hay que tener hijos” y “Aborto”. En los dos últimos, no solamente nos hace partícipes de su decisión, tomada conscientemente con su marido, de abortar en su tercer embarazo, sino también de su juicio indignado ante la idea de que el aborto está contrapuesto con la feminidad, basada en la concepción de que la quintaesencia de la feminidad y de la maternidad es sustentar una vida a cualquier precio. Aunque reconoce que el aborto es algo brutal, extremadamente violento.
Un libro, sin duda feminista, mas sostenido en el feminismo de la propia experiencia, no homologable con la de todas las mujeres, porque tampoco existe el estereotipo femenino, sino muchas mujeres, cada una dentro de su vida. Y eso se logra encarando los grandes o pequeños atropellos machistas. Por eso Cómo ser mujer es claramente un libro radical contra la misoginia, pero el feminismo de Caitlin Moran poco tiene que ver con el defendido por la mayoría de los movimientos feministas cuyo teorema central es que la mujer debe de salir del hogar para sentirse realizada y liberada del yugo patriarcal. Lo que propugna Caitlin Moran es un feminismo basado en su propia crónica biográfica. Por eso mismo es nada o muy poco académico y sí, hasta un cierto punto, televisivo. Pero con un postulado central indiscutible: la libertad de la mujer para ser ella quien decida si sale o no del hogar, con quién construye una familia, si es eso lo que decide, cuántos hijos quiere traer al mundo o incluso si opta por depilarse o ser peluda. En otras palabras: lo que realmente debe querer una mujer es ser lo que, con todas las consecuencias es: un ser humano.
Si uno se acerca a las “provocativas observaciones” de Caitlin Moran con una honesta apertura mental, es la conclusión que se extrae de la lectura de este libro, alejada de lecturas e interpretaciones aberrantes, generalmente anegadas en prejuicios
Francisco Martínez Bouzas
Fragmentos
“Hacerse mujer es un poco como hacerse famosa. Pues después de ser amablemente ignorada, como casi todos los niños, una adolescente se vuelve de pronto fascinante para los demás, que empiezan a bombardearla con preguntas: ¿Qué talla tienes? ¿Lo has hecho ya? ¿Quieres practicar el sexo conmigo? ¿Tienes carnet de identidad? ¿Quieres una calada de esto? ¿Sales con alguien? ¿Usas algún método anticonceptivo? ¿Cómo es tu firma? ¿Sabes andar en tacones? ¿Quiénes son tus héroes? ¿Te vas a hacer una depilación brasileña? ¿Qué clase de pornografía te gusta? ¿Quieres casarte? ¿Cuándo vas a tener hijos? ¿Eres feminista? ¿Sólo estabas coqueteando con ese hombre? ¿Qué quieres hacer? ¿QUIÉN ERES?”
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“La primera vez que intento masturbarme -en mitad del capítulo 5-, tardo veinte minutos en correrme. No sé muy bien lo que estoy haciendo. En el libro la gente «hurga» entre« la maleza húmeda» hasta que ocurre algo asombroso. Pierdo el tiempo toqueteándome -con los dientes apretados por la concentración-, decidida a intentarlo todo en esa zona completamente desconocida que tengo desde hace trece años.
Cuando finalmente llego al orgasmo, me recuesto húmeda, exhausta, con la mano dolorida y loca de excitación.”
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“En un mundo donde puedes conseguir un riñón de repuesto, un Picasso en el mercado negro o un billete para viajar al espacio, ¿por qué no puedo ver verdadero sexo? Gente follando porque lo desea. Alguna chica con un vestido medio respetable que lo está pasando en grande. Tengo DINERO. Quiero PAGAR por esto. SOY UNA MUJER DE TREINTA Y CINCO AÑOS Y SÓLO QUIERO UNA INDUSTRIA PORNOGRÁFICA MULTIBILLONARIA DONDE PUEDA VER A UNA MUJER CORRERSE.
Sólo quiero ver cómo la gente pasa un buen rato.”
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“Asimismo, hay que tener en cuenta los distintos grados de «incorrección». Hay «abortos buenos» y «abortos malos», como en la escena de Brass Eye en que Chris Morris hablaba sobre el «sida bueno» y el «sida malo». Los hemofílicos que contraían el virus por una transfusión de sangre tenían «sida bueno» y merecían simpatía. Los homosexuales que contraían el virus por una relación sexual fortuita tenían, en cambio, «sida malo», y no había que prestarles la menor atención.
Una adolescente violada que necesita un aborto, o una madre cuya vida peligra por el embarazo tienen un «aborto bueno». No lo comentarán en público (…)
En el otro extremo, por supuesto, están los «peores» abortos: abortos reincidentes, abortos en avanzado estado de gestación, abortos de fertilización in vitro, y lo peor de todo, las madres que abortan. Nuestra visión de la maternidad sigue tan idealizada y es tan sentimental -la Madre generosa que da la vida- que la idea de una madre que más tarde pone límites a sus capacidad de nutrir y se niega a dar más vida parece obscena. (…)
Mi convicción de la necesidad sociológica, emocional y práctica del aborto se hizo aún más firme después de tener a mis dos hijas. Sólo tras nueve meses de embarazo, un parto, alimentar al bebé, cuidarlo, tenerlo en brazos hasta las tres de la madrugada, levantarme con él a las seis, extasiarte de amor y al mismo tiempo anegarte en llanto, entiendes realmente lo importante que es para un niño ser deseado. Cómo la maternidad es un juego en el que debes participar con toda la energía, buena disposición y felicidad posible.
Y lo más importante de todo, por supuesto, es ser querido, deseado y cuidado por una madre razonablemente cuerda y estable. Puedo decir con sinceridad que el aborto fue una de las decisiones menos difíciles de mi vida.”
(Caitlin Moran, Cómo ser mujer, páginas 15-16, 34, 49, 311-313)